12/4/13

Lo que peor llevo de los libros de autoayuda no es el hecho en sí de su existencia (asumo que estamos en una sociedad de mercado y que cualquier cosa susceptible de ser vendida es producida, envasada y anunciada) sino que su esencia se haya introducido en la vida privada como una nueva religión del posibilismo que niega la verdadera complejidad de la vida. Ante la promesa de la felicidad constante, día y noche y sin descanso, están creando un apartheid de personas que no quieren o no pueden adherirse a esa cruzada del sentirse bien por encima de todo. Hoy parece que la experiencia humana está al mismo nivel que el manual de instrucciones de un microondas. Los pasos numerados y simplistas para alejarse de la depresión, aprender a decir no, conseguir que los demás nos quieran, encajar el rechazo, asumir el divorcio, convivir con la soledad, aceptar la muerte, huir del miedo o intentar ser uno mismo no funcionan con la mecanización bobalicona que pretenden sus autores. Un amigo mío dice que a los únicos que ayudan los libros de autoayuda es a quienes los escriben. Deberían existir otros libros para ayudarles a que dejasen de hacerlo.