7/3/13

¿Por qué Ikea no vende ataúdes? Si lo hiciera sería el primero en comprarme uno. Un día leí un poema (no recuerdo el autor) que decía que el árbol con el que harían su ataúd ya estaba talado. Para una mentalidad romántica supone cierto escalofrío eso de saber que la muerte está próxima, pero también alberga una poderosa carga de placer inconfesable ante la idea del fin. Me considero lejos del planteamiento byroniano. No me motiva situarme al borde del precipicio y que el viento agite mi inexistente melena mientras pienso si me tiro o no. Mi visión de la muerte es mucho más de andar por casa. Por eso lo de comprar la caja en Ikea. Primero tendría que ver si cabe en el coche, sería lo mejor, evitaría el gasto de transporte y también la acogedora sensación de viajar por la M-40 con tu propia muerte desmontada. Al llegar a casa me haría un café. Pondría música. No hablo de Handel ni del Réquiem de Mozart. Elegiría algo electrónico, dulce, quizá islandés. Colocaría todas las piezas en el suelo: el fondo, la tapa, los listones, los tornillos, las bisagras. Cuando todo estuviese organizado haría una foto. Después empezaría a armarla. Preferiría hacerlo en invierno, cuando monto cosas de Ikea en verano sudo mucho y me pongo de mal humor. Una vez ensamblada, ¿dónde la pondría? Quizá en la entrada, apoyada ligeramente sobre la pared, junto al armarito chino. Cuando vengan visitas será lo primero que vean. Es mi ataúd, les diré sin que mi tono de voz mostrase mayor emoción que cuando hablo de una lámpara. Si la bajo al trastero no es lo mismo: dejaría de existir como todo lo que acabo dejando allí. Lo importante es verla, levantarme cada mañana y decirle buenos días, que con el tiempo sea una presencia familiar y pierda el color tan negro que le pinta la distancia. Pero el objetivo principal de su presencia sería recordarme mi obligación de vivir ferozmente cada minuto de mi vida. Sería un carpe diem práctico, real, tan alejado de la metafísica como pueda estarlo en bocadillo de lomo con queso. Si algún directivo de la marca sueca lee esto y lleva el proyecto adelante le regalo la idea: no quiero dinero, me conformo con que le pongan mi nombre al modelo más barato.