12/3/13

Las canciones de amor se basan en una mentira necesaria. Me dejó porque no quería hacerme daño. Te esperaré toda mi vida. Me sentaré a la puerta de mi casa y envejeceré mirando al reloj hasta que aparezcas. Se trata de que el que escucha no descubra la verdad. Me dejó porque se aburría conmigo. No me esperará ni una semana. Se meterá en el primer bar y se liará con otra. Si lo pensamos bien cumplen un fin social. Nos adiestran en las inmensas tierras de la amargura ofreciéndonos a la vez esperanza. Otros u otras vendrán. Recompondrán nuestros pedazos y construirán una nueva persona. La autocompasión con fines narcisistas es necesaria para descubrir quiénes somos, sobre todo a una edad en la que las respuestas son tan difusas. A partir de los cuarenta, las canciones de amor suenan como el jaleo de un parque de atracciones escuchado en un coche que se aleja con las ventanillas cerradas: sabes que la gente lo está pasando bien pero tú ya tienes ganas de volver a casa.