19/3/13

La idea del programa consiste en que los concursantes sean insultados por la gente que está en sus casas. Para darles motivos se emite previamente un breve repaso biográfico -en formato vídeo- de cada uno de ellos (tres por programa) incidiendo en sus equivocaciones, flaquezas y fracasos. El público podrá insultar por twitter, facebook, sms o por la propia web de la cadena. Una azafata irá recopilando los mejores, los más brutales y explícitos y se los transmitirá al presentador, quien será el encargado de hacérselos llegar a los participantes de la forma más vejatoria. Los directivos de la cadena valoran adjudicarle al espacio un horario prime time. Piensan en patrocinadores. Hablan con un operador de telefonía móvil y le cuentan el proyecto. Habría product placement, menciones de marca y cortinillas de entrada y salida. Los responsables de marketing de la operadora dudan de que el mensaje que propone el programa pueda entrar en conflicto con sus valores de marca, pero los directivos de la cadena les tranquilizan diciéndoles que es una idea innovadora y una experiencia de comunicación total que marcará una nueva era. Las estimaciones de audiencia acaban por convencerles. Una semana antes del estreno todos están nerviosos. La campaña de autopromoción surte efecto. Se habla del programa en otros medios. Colocan lonas en edificios representativos. Logran ruido en la calle. Llega el día. La primera invitada es una mujer de cincuenta años, separada y sin estudios. Hace cuatro años que no tiene trabajo. Vive en un barrio del sur de Madrid. A pesar del intenso maquillaje no han podido disimular la tristeza en su rostro. Se planta ante la cámara mientras una voz en off anima a los espectadores a mandar sus insultos. La mujer atiende nerviosamente a las señas del regidor que le dice que sonría. Lo intenta pero no puede. Comienzan a llegar los primeros mensajes. Algo no funciona. La mayor parte de ellos son de ánimo. Un jubilado de Zaragoza le ofrece cien euros como ayuda. Una chica de Mallorca le dice que hablaría con su padre para que le diera trabajo en su fábrica de zapatos. La mujer comienza a llorar justo antes de que el realizador tenga tiempo de ordenar que entren los anuncios.