11/12/12

Se acababa el mundo pero ellos bebían agua. Estaban desnudos. Uno frente al otro. Sonaba el cuarteto de cuerda número cinco de Bartók. El cuerpo de ella permanecía apoyado en pie y medio. El talón del izquierdo estaba medio suspendido en el aire, expectante e incluso agradecido de algún modo por lo que estaba ocurriendo. Se miraban mientras el agua fría bajaba a sus estómagos en idéntico tiempo y quizá liberando a su paso selvas antiguas y pájaros dormidos que también querían su fiesta justo antes de que el mundo desapareciera como un fruto seco implosionado y absurdo.