16/11/12

Ves cómo viene y cómo se va. Ladea la cabeza como si al cabalgar te dejara pendiente una sentencia. Si es un caballo no has visto ninguno igual: sus colmillos imitan a la curvatura de las cimitarras, y también su brillo, que atemoriza tus capitales dormidas dejando claro que ya nunca tendrán paz. Lo humano es cerrar la puerta. Ves a tu instinto sudoroso, haciendo fuerza con los brazos para que la imagen desaparezca. Lo humano es querer hacerlo y después quedarse quieto para escuchar el tambor del pecho, su rotundo fraseo que habla de oscuridades que no se pueden apartar del camino porque son el camino. Ves cómo se eleva, cómo despliega su envergadura en el aire para desmoronar todas las hipótesis románticas: la vida no tiene estructura ni miramientos. Al abandonar el suelo te sigue mirando. Sus ojos son las piedras más extrañas de la Tierra. Hay algo en ellos, un idioma incivilizado que dice: volveré.