21/7/11

Alba, Mireia: quiero que esto sea como cuando bebéis agua.
Dicen que nací a las ocho de la mañana. Mi madre empezó a sentir las contracciones y despertó a mi padre que dormiría muy profundo, puede que roncando y tapado hasta las orejas como se hace en invierno. Es una lástima que no se recuerde todo desde el mismo momento de nacer, justo al salir al aire y desprenderse de la oscuridad húmeda de dentro. Me gustaría deciros que al abrir los ojos vi azulejos verdes y una lámpara muy grande y la mano peluda del médico golpeándome el culo, pero sería mentira y es feo decirlas. Lo que sé es que mi padre se vistió deprisa y salió a avisar al doctor Tubío. En aquella época no era tan normal como ahora tener coche. Por eso mi padre tuvo que correr por las calles vacías. Creo que llevaba (o lo he soñado) un abrigo negro y guantes y no sé si le daría tiempo a peinarse el tupé y a ondularlo con brillantina.
Luego cogieron un taxi los tres y fueron a la Clínica de La Paloma. Allí nací. Ahora que lo pienso no sé con quién dejaron a vuestra tía Maite, que solo tenía dos años y medio. Seguro que con mis abuelos, los padres de mi padre. A los otros no los conocí. Uno murió de asma cuando mi madre tenía veinte años. La otra unos años antes, creo que de algo de vesícula. Sé que cuando aparece la palabra MUERTE en una conversación o por la tele torcéis la cabeza disimulando. No pasa nada. Es algo natural y no tiene más misterio. La gente nace y muere constantemente. El comienzo y el final no tienen mérito.
Pues eso, nací. Aquí podría inventar muchas cosas pero no quiero aburriros. Cuando te están contando algo se agradece que no se tuerza mucho el hilo, si no se rompe y pasa como cuando tú, Mireia, pierdes el interés por el cuento que te estoy leyendo en la cama y empiezas a dar vueltas y a mirar al techo. En ese momento todos los pájaros que hay en tu cabeza te llevan a otra parte.
Nacer es un acto violento. Tened en cuenta que te pasas nueve meses dentro de alguien y luego esa misma persona te expulsa. No lo hace a posta ni por maldad. Dicen que es uno de los actos más altruistas que se pueden tener. En el parto lloran las dos partes: la madre sufre y le duele todo como si se fuera a romper en muchos trozos; el bebé tampoco lo debe pasar muy bien, llora, se contrae, agita los brazos y las piernas y seguro que se pregunta qué hace allí. Pero como no puede hablar no sabemos si es así o no. Las palabras sirven para dar fe de las cosas, aunque también engañan. Lo de respirar por primera vez tiene que ser raro, tanto como que ahora se os llenasen los pulmones de agua y que ya siempre tuvieseis que jugar a ser peces.
Bueno, dejad los vasos vacíos en el fregadero. Otro día os cuento más cosas.

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