17/3/11

Puede que sí, que después de examinar los vídeos una y otra vez Jaime Rosales diga: es ella, es la niña que debe actuar de niña en mi película. Todo empezó hace unas semanas. Había un casting anunciado en un gimnasio infantil en el que hemos celebrado muchos cumpleaños con tirolina y sándwiches de nocilla que siempre sobraban. Alba fue y se plantó delante de una cámara de vídeo minúscula, imagino que tan pequeña como la ilusión que tenemos todos en que nuestras mejores expectativas se cumplan. Dijo su nombre y su edad y otras cosas que después me contó vagamente pero que no puedo asegurar porque no estaba allí, no fui el otro ojo en esa habitación en la que mi hija mayor permanecía sentada con su mirada dulcemente ida y su caída de ojos que le dan ese aire triste y luminoso que tanto me desconcierta. Dos días antes habíamos estado ensayando. ¿Qué es un casting, papá? Planté mi móvil ante su cara y le fui preguntando cosas en el salón. Dime el nombre de tu mejor amiga, qué estación del año prefieres, tu animal favorito. Ella movía la boca y salvaba su timidez como podía. Sus ojos viajaban de un lado a otro con calma, intentando encontrar un centro, un punto en el que anclarse y desconectar del pudor. Mi mano temblaba en el aire, mi mano testigo y presencia no deseada de las confesiones simples de una niña de nueve años. Al acabar esas grabaciones no quería verse. Sentía el pinchazo de la vergüenza que da verse desdoblado, antinatural, fingiendo ser una persona que le cuenta a otra: mi mejor amiga se llama Livia, me gustan los koalas y el verano pero ya no me grabes más, por favor, ya basta.
El día de la prueba, en ese cuarto cedido por el gimnasio para el casting, las cosas no se desarrollaron así. Las preguntas fueron otras y quizá también otra fue la disposición de la chica de la productora, más natural, más pareja con la sensibilidad femenina que establecen automáticamente dos mujeres. A la semana nos llamaron para decirnos que habría una segunda prueba con el director. La cabeza de mi hija se desenganchó del cuerpo y entró automáticamente en otra órbita. Veía una vida de viajes en avión y entrevistas, de hoteles en los que los almohadones de las camas son tan mullidos como los sueños que proporcionan o incluso en ocasiones destrozan ese límite y ofrecen la ventaja de vagar por cotos vedados, en zonas del privilegio que son desconocidas por casi todos los que nunca han dormido allí. Sus ojos brillaban. Por dentro se estaba proyectando ya la película del resto de su vida. Yo lo veía desde fuera, simplemente asomado a las puertas de un cine para el que no tenía entrada. Las ilusiones son privadas. Solo tienen una butaca en medio de una sala desierta, y sentado en ella una persona incapaz de cerrar los ojos nunca más.
Hace dos días fue la segunda prueba. Jaime Rosales la esperaba en su oficina. Había otra cámara minúscula en la habitación, no sé si la misma, otro piloto rojo, otro faro para guiar la mirada de Alba en medio de un mundo desconocido. Hablaron. Volvieron las preguntas y las miradas. La de él sopesando, investigando, abriendo puertas y comprobando la profundidad de las intuiciones que iba teniendo. La de ella intentando no alejarse del faro rojo, temerosa de un mar del que no conocía apenas nada. Y fue bien. Sospecho que hubo conexiones y líneas invisibles que se cruzaron de pronto creando algo de lo que solo puedo especular, como casi todo lo que sucede, como casi todo lo que veo o a lo que asisto a diario: un milagro disfrazado de rutina, de piedra de moler cansada, acontecimientos a los que se les raspa la capa de purpurina para evitar desmoronarnos y desvanecernos en el vacío.
Dentro de dos semanas, quizá tres, suene el teléfono y una voz le diga a mi mujer que Alba ha sido elegida. O puede que suene y Nuria escuche una estructura de palabras pensada para aliviar, para desmontar con mimo el castillo en el aire, la arquitectura de luces que deja en la retina un fuego artificial cuando se desvanece en medio de la noche y lo devuelve después todo a la oscuridad conocida.

3 comentarios :

josepmanel dijo...

No importa. Felices sueños, mientras tanto...

Anónimo dijo...

proteggere i bambini dalla ribalta pubblica dovrebbe essere la cosa primaria per un genitore. Lasciare ai bambini il piacere di essere solo dei bambini...
Patrizia

About dijo...

Un placer leerte por aquí, Josep, y muchas gracias por tus buenos deseos.