29/7/10

El tipo con el que fumé mi primer cigarro ha muerto. Murió en el verano de 2008 pero me he enterado esta mañana a través de un amigo común. Me dijo que estuvo luchando casi dos años con la enfermedad y que su muerte fue consciente y agónica. Esas dos palabras se me han clavado por dentro como dos hierros oxidados que hubieran resucitado de un estercolero con la misión de acabar también con mi vida. Con esas dos piezas llevo toda esta parte de la mañana. Con ellas he desayunado. Con ellas he fumado sin ganas y después me he metido en un vagón, junto con otros, buscando el centro de la ciudad. Carlos Mena ha muerto. Venía pensando en Ramón Sijé y en la elegía que le dedicó su amigo Miguel Hernández. Gente que se nos muere como del rayo, aunque ese rayo viniera atenuado por el tiempo y el espacio. Carlos Mena (o quizá su muerte) era una tormenta lejana, una de esas que veía en el coche, de pequeño, de camino a una playa de Alicante, esas nubes de desarrollo vertical con la panza cobriza que tanto temor me producían. La muerte. Una muerte. Todas las muertes. Quizá sean la misma con distintos trajes. La de Ramón Sijé, la de aquel vecino viudo que fumaba asomado al patio, la de Carlos, la de un perro en una carretera, la de un Papa. Carlos me introdujo en el vicio de fumar y en el del cine (¿por qué irán siempre en el mismo paquete?). Comprábamos cigarros sueltos en un pipero de la calle Trafalgar y luego nos metíamos en el Roxy a ver Calígula sabiendo que no teníamos dieciocho años y que el acomodador también lo sabía. Las pesadas cortinas de los cines, la oscuridad y el denso olor de los ambientadores florales me recuerdan a él. Al descorrer la cortina aparecía la pantalla, inmensa, casi como un océano en medio de nuestros miserables conflictos. Quizá la muerte sea como ir al cine, meterse en una sala oscura y vivir otra realidad. Caronte con una linterna guiándonos hacia el Reino de Hades, la música, el león que ruge, la montaña de la Paramount, el sueño que abraza y ayuda a dar la vuelta a los ojos para que se acostumbren a esa nueva luz que lo envenena todo.
Carlos está muerto, joder, muerto. Y yo no puedo hacer más que llenar de palabras un nuevo agujero en mi fuselaje. Me siento como un payaso leyendo un discurso en un cementerio. Al terminar apunto al cielo mi flor falsa de la solapa que echa agua. Daría lo que fuera para que el chorro, esta vez, atravesase las nubes.

1 comentario :

Gema GH dijo...

Hola, soy una amiga de Carlos Mena, y ciertamente fue una muerte consciente y agónica para él, desesperante y frustrante para todos los que le vimos sufrir.
Ver como una persona se va apagando, que está sufriendo tanto y no puedes hacer nada, sólo estar ahí, a la sombra de su dolor, sonriéndole y haciendo como que no pasaba nada,... realmente te deja en un estado de inconsciencia, en un duermevela, entre la realidad de perder a ese ser querido, y la ilusión de tan solo ser un mal sueño.
Cada vez que pasabamos por su casa u Hospital, y te hablo en la parte final, te marchabas a casa como si te dejaras un trozo de tu alma con él, es una experiencia tan dura....
Ese fatidico día ni siquiera estabamos en España, y fue doblemente doloroso. El no poder acompañar a su mujer y familiares y el no tener una mano amiga a la que agarrarte.
Tengo muchas imágenes grabadas en mi cabeza de los momentos que hemos pasado juntos, y las guardo con gran cariño, y cuando nos juntamos el resto de amigos con su mujer, él también está, en un comentario, en la música que escuchamos juntos y que con tanto cariño nos deleitaba, en una pelicula o libro que vamos a ver, en fin, en el día a día está aquí.
Cuantas palabras se quedan sin decir por vergüenza, por dejarlo para otro día, por no darle la importancia que tienen... y cuando pasa algo así, de repente te dices a tí mismo, porqué no le dije... porqué no hice con él... porqué aquel día no aproveché para estar más tiempo con él... pero, todo eso ya no tiene arreglo, aquí estamos todos sus amigos, unidos por el dolor de su pérdida pero también por saber que hemos compartido una parte de nuestra vida con un ser muy especial.
Te quiero mucho y te echo mucho de menos Carlos.
G. Arkham