15/7/10

Debería quedarse todo así. Permanecer. Si estabas conforme con el atardecer del pasado martes deberías haber presionado la tecla ok de tu panel. Todo se hubiera parado como en un cuento de Andersen. La misma luz; el mismo viento estancado, claveteado al cielo por unos alfileres que sólo tú verías, tenso como el agua que mete un niño en un globo. Si pudieras pararte más a menudo y te diera tiempo a tener los ojos bien abiertos, todo cambiaría. La insatisfacción nace de la manía que tiene el tiempo de jugar a la noria. Si tu mano pudiera accionar la oxidada palanca. Si el freno hidráulico hiciera chirriar la estructura de hierros. Si fuera posible mantener el mecanismo quieto un rato. Sólo quieres sentarte a ver esa luz. No es un museo ni un cuadro. Es un trozo azul entre dos edificios. Es una prueba de que la vida te ha puesto ahí delante para que saques algunas conclusiones. Pero das un paso y todo cambia. Respiras y las fichas se revuelven sobre la mesa deseando otra partida. ¿A dónde van las visiones que se desvanecen? ¿Existirán trasteros para los trozos de cielo que ya no usamos? La belleza se complace en huir. Tiene unas zapatillas con muelles y salta por encima de ti. Boing, boing. Por mucho que la fotografíes sólo es un simulacro, un miserable café soluble que se le ofrece al alma. Es mierda. Como envasar una mariposa al vacío con la esperanza de que a los tres meses, cuando cortes el pláatico con una tijera, salga volando otra vez.

No hay comentarios :