27/5/10

Yamila Greco es una escritora argentina que dice que la luz nunca es suficiente. También dice otras cosas hermosas como que respirar puede ser un fracaso, título de un libro de poemas que quiero leer cuanto antes. Yamila no es famosa. Yamila nació en 1979 y, por una foto muy pequeña que he visto en Internet, tiene la mirada triste y profunda, una de esas miradas que pueden dominar un valle y que no se extrañarían de ver centauros en medio de la noche, seres con flechas de fuego que rompieran con furia la oscura caja del cielo.
Igual que a Yamila encuentro a otros. Mi navegador me va llevando sin que yo toque nada. A veces parece conocerme tanto que me dirige hacia lo que más falta me hace en ese momento. Por ejemplo, sabe que me gusta fondear en los fiordos helados. Allí me enseña poemas desconocidos de personas que se llaman Roberto, Lucía o Héctor y que parecen ser dobles míos en otras latitudes. Dobles no, quizá sería más acertado calificarlos de otras partes de mí que desconocía; quizá miembros que perdí en la etapa del crecimiento o hermanos siameses que me fueron ocultados con un silencio opaco cuando pregunté de niño sentado a la mesa del comedor. Supongo que la literatura acaba siendo un deporte de almas compatibles, una rara olimpiada de seres que se sientan en butacas viejas sobre una pista de atletismo abandonada y allí leen y se leen creando unas corrientes que después se desplazan caprichosamente sobre el resto de la Tierra.
Yamila Greco apareció un día sentada en una mecedora verde. No me gustó ni el mueble ni el color pero cuando empezó a moverse entendí que quería decir algo, que tenía algo (mucho, muchísimo) que decir.
Ya. La luz nunca es suficiente. Recordar este verso hace que el pitido en el oído derecho, que me atormenta desde hace días, rebaje su intensidad o simplemente lo olvide porque ha llegado un paquete nuevo al centro de recogida de cosas importantes de mi cabeza. Al abrirlo me percutió una maza y después del golpe crecieron flores de las que un hombre como yo no se avergonzaría de llevar por la calle.
Sí, Yamila, respirar puede ser un fracaso, quizá lo sean la mayoría de nuestras respiraciones que no nos llevan a nada, ni siquiera al mismo sitio en el que creíamos estar.
Ahora mi navegador me devuelve a la realidad. Atrás quedan los fiordos con sus dientes de hielo mientras que el horizonte se llena de edificios terriblemente comerciales y coches de choque, conducidos por gente muy seria, que circulan en hilera como si creyesen que van a algún sitio.

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