12/4/10

Las búsquedas pueden ser extenuantes, pero también pueden ser delicados espectáculos en medio del funcionamiento de la vida: hablo de cuando contemplamos el mecanismo de relojería que tienen todos los hechos dentro, cuando les quitas pacientemente las capas de pintura y retiras a duras penas la musculatura engañosa del tiempo que les otorga esa consistencia, esa apariencia sólida y trascendental. Las búsquedas inconscientes: con esas me quedo al final; esas que no prometen nada ni tienen el premio del encuentro grabado en una chapa dorada. ¿Cómo se levanta uno en paz consigo mismo un lunes? Voy a por mi libro de instrucciones y miro en la P de paz. Nada. No se habla de este supuesto. Quizá por imposible se descarta cualquier consideración. ¿Tan raro es querer una tregua al principio de la semana? Mi manual presenta muchas lagunas, por eso la necesidad de las búsquedas. Puede que todo estuviera ya ideado para fomentar la actividad, el movimiento de las piernas que se deben dirigir siempre hacia algún sitio. La pasividad es la huelga que hacemos en protesta por la vida. Nos manifestamos en silencio. Cosemos nuestros labios para mostrar una postura ajena a la inteligencia convencional. Cuando voy sentado en un transporte público observo a los otros viajeros; sus manos entrelazadas, su vista perdida en algún punto indeterminado del techo que coincide con el punto indeterminado de sus vidas. Cuando estoy allí entre ellos juego a lo mismo: bendita tierra de Babia que nos ofrece asilo político a diario. Pero la búsqueda continúa. No es necesario desgastar los zapatos para que funcione. El aparato interior encargado de ella está encendido y alerta. No hace falta que le diga lo que busco, lo sabe. No es necesario recurrir a una reunión matinal con informes y objetivos, su instinto de perdiguero satisface mis expectativas. Y yo a lo mío: abrir mi silla plegable ante los descubrimientos cotidianos y permanecer con los ojos bien abiertos para que cuando llegue el milagro me pille atento. Creo que mi modelo de búsqueda es contrario a las expectativas occidentales de desarrollo personal, a los libros que recomiendan extroversión frente a introversión, a los que empujan al sí incondicional frente a las dudas. Mejor pliego la silla y vuelvo a casa. Me incomodan las miradas de los curiosos. Seguro que piensan que soy uno de esos mimos que piden dinero a los turistas en la Plaza Mayor. Buscar es una responsabilidad titánica para un sólo hombre. Aún son menos de las doce y ya estoy extenuado.

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