23/2/10

Varias personas me han dicho que por qué no publico esto, que por qué no junto todos los días de mi mundo particular y los pongo encima de la mesa de un editor. Buenos días, señor editor. Hola, desconocido, ¿qué quieres? Verá, tengo un blog en el que escribo casi todos los días. ¿Y de qué escribes? Pues de los dibujos que hacen mis hijas, de la luz de ciertos meses, de lo que significa para mí escribir; esas cosas. Entiendo, dice el editor sin mirarme. ¿Usas bastón de plata?, pregunta el editor mientras se corta las uñas con un cortauñas que lleva el logotipo de su editorial. No, no uso, respondo. Entonces, lo siento. Cuando tengas un bastón de plata vuelve y hablamos. Voy a otro editor y le digo lo mismo. Verá, Los días del mundo es un proyecto muy ambicioso en el que me he propuesto perseguir la sombra del tiempo, pisarle los talones, no sé si me entiende. ¿Qué ofrece tu libro que no ofrezcan otros?, me dice este otro editor subido a su cinta de correr. Me ofrece a mí, le respondo sin pensar en la inocencia de mis palabras. El tercer editor me recibe en un despacho sin mesa. Nos sentamos en el suelo mientras quema barras de incienso y me dice que mi cuerpo despide una energía que nunca había sentido en otro autor desconocido. ¿Qué buscas?, me dice. No sé lo que busco, señor editor sin mesa de despacho. Creo que al escribir busco esa parte de mí que se quedó en la fábrica en la que me hicieron. Verá, montaron mi cuerpo y lo embalaron, pero se dejaron algunas cosas fuera, quizá en otra caja, quizá se las llevó alguien y se las quedó, puede que algún operario de la fábrica las tenga ahora mismo. Cuando escribo me acerco a ellas. No sé si me explico. Te buscas a ti, me dice con los ojos cerrados. Sí, creo que se podría llamar así. El cuarto editor soy yo mismo. Una réplica casi exacta de mí. Me recibo en mi casa, en la misma mesa en la que escribo esto. Hola, me digo. Hola, me respondo. ¿Qué cojones quieres? ¿Qué es tan importante como para que me molestes a estas horas? Verás, me digo, resulta que varias personas me han dicho que por qué no publico mi blog. ¿Y qué ganarías con eso? ¿Acaso crees que el sol brillaría más tras la publicación? ¿Dejarían de crecerte esos molestos pelos dentro de la nariz por ello? Creo que no, me respondo. ¿Piensas que tu vida es tan importante como para ponerla por escrito en forma de libro y hacer que la gente pague por leerla? Tienes razón, me digo a mí mismo un tanto avergonzado, es pura vanidad, pero si no lo hiciera habría una parte del mundo condenada a la oscuridad perpetua, habría una zona muerta de la que nadie nunca hablaría. Sí, creo que es eso, escribir es encender una luz para que los demás vean.
Al pensarlo siento que mi autoestima se multiplica por cien. Me doy media vuelta y me dejo a mí mismo con la palabra en la boca; una palabra que se quedará para siempre en medio del aire, fluctuando en las oscuras corrientes del tiempo.

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