13/1/10

Una mujer sentada en el mirador de la casa de enfrente. Está leyendo. Veo sus piernas cruzadas que a ratos cambia de posición. El resto del cuerpo se lo lleva el reflejo del cristal y esta luz tan ambigua de hoy que no ayuda en nada. Las personas que leen parecen sumidas en un sueño. Leer es dejar de pertenecer a la Tierra y empezar a ser del planeta que sujetas en las manos. Quizá la mujer haya entendido que hoy era la única forma de escapar. Quizá sus hijos se fueron al colegio y su marido esté trabajando, alisándose la corbata delante de alguien que también lo hace. Pero ella está leyendo. Ahora la pierna izquierda es la que sujeta a la derecha. Las piernas son las partes del cuerpo más solidarias, mucho más que las manos o la región lumbar. Me gusta mirar por la ventana y obtener pequeños milagros que sean fáciles de manejar. Cuando uno mira por la ventana espera ver precisamente esto y no grandes batallas a las que asistir sorbiendo café. La vida se desarrolla en estas pequeñas fracciones: contraluces de cuerpos que leen, manos que bajan persianas, perros que olisquean plantas. La vida privada es apasionante. Quizá sea la única manifestación orgánica digna de ser contada. La intimidad. ¿Quién me observa a mí? Tal vez algún vecino de enfrente me cataloga. Dice, miércoles, 13 de enero, el tipo del pijama parece que hoy no va a trabajar, se ha asomado por la ventana del cuarto de sus hijas y parece observar algo. Al rato veo que está en el salón. Mira unos libros en su librería. Ahora parece que baila.
La narración de mi observador siempre será más verídica que la mía. Él es quien me conoce mejor y el único que mantiene más tenso el hilo de la verdad. En realidad somos lo que los otros ven y dicen y callan y piensan de nosotros. Puede que la mujer que está sentada leyendo también haya reparado en mi presencia de forma disimulada. Puede que sus ojos no siempre estén fijos en el libro y que a ratos se deje vencer por la curiosidad de un mundo que sigue funcionando fuera de su casa.
Ahora debo dejar el juego. Mi observador se equivocaba en lo de que hoy no trabajo, simplemente voy más tarde, pero esta observación llega a destiempo; para él seré siempre ese tipo que iba en pijama y que un miércoles de enero no trabajó. Cualquiera de las dos versiones es válida.

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