3/1/10

Como cada año, enero le echa un pulso a mis buenas intenciones. Se acerca y me dice, venga, deja de fumar si es que puedes, mientras me pasa el mechero encendido por la cara, amedrantándome. Enero es el primogénito y se le nota en el coraje y en el arranque que muestra en cualquier cosa: soplar, hacer que la gente corra detrás de un sombrero, incluso para quedarse quieto detrás de una esquina y darte un susto de los que te dejan la sangre congelada. Esta mañana me ha dado papel y lápiz y me ha dicho que escribiera mi lista de propósitos, yo me he reído con cierta displicencia porque sé que eso le jode al mes del dios Jano. No quiero buenos propósitos este año, le he dicho sin mirarle a la cara, no valen de nada, además, ¿por qué te los tengo que hacer a ti? Deja que elija yo el mes, quizá hable con mayo, con él me entiendo mejor y no se da los aires que te das tú. Además, el año pasado monté más en bicicleta y casi me lesiono subiendo la rampa del parking. Es que no valgo para casi nada. Con el inglés que sé me entiendo, he cambiado hace años la sacarina por el azúcar, cada día les cuento un cuento a mis hijas, reciclo mis desperdicios, ¿qué más quieres de mí? Mis intenciones para este año pasan por mirar más hacia dentro, tengo que conseguir más profundidad, si no estaré muerto. También quiero conocer a menos gente, ser menos intrascendente, hablar de menos cosas, sólo dos o tres temas y ser muy reiterativo, jugar a ser una noria que vuelve y vuelve con lo mismo hasta que en la vuelta número cinco mil descubra algo que no sabía. ¿Qué clase de propósitos son esos?, me dice enero mientras hace equilibrios en mis cuerdas de tender, eso son estupideces, nadie quiere eso, nadie quiere ser como tú; me dan ganas de mover las cuerdas para que se estampe en el suelo del patio, lástima de vivir en un primero, no se mataría. Tus propósitos son antipropósitos, me dice mientras arquea los dedos de los pies para aferrarse a las cuerdas y luego marca un giro perfecto que no tengo por menos que envidiar. Sean antipropósitos o no son míos, le contesto, míos. Búscate a otro que te baile el agua, y cerré con fuerza la ventana para que no me incordiara más.
Como cada año, enero se ha quedado jugando a funambulistas en las cuerdas de mi tendedero. Como cada año le he cerrado la ventana para que sepa quién manda aquí. Sé que al rato me dará pena y le dejaré entrar para que juegue con mis hijas y les cuente historias de cuando nevaba mucho, viejas historias que ya conozco pero que no me importa volver a escuchar, es como el sonido de la lluvia después de comer sentado en una buena butaca, ¿a quién le puede molestar algo así?

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