16/9/09

El amor se aprende muy despacio, tanto que muchas veces te mueres sin saber nada. Para aprender amor (evitaré decir "para aprender a amar") no es necesario leer libros ni ver películas, éstas últimas resultan engañosas al mostrar la aparición y el desarrollo de un sentimiento en un espacio de tiempo ridículo; si las exigencias comerciales de las cadenas de televisión o de las salas de proyección no fueran tan estrictas (hablo de que hubiera películas que duraran varios meses) quizá vería con otros ojos su carácter didáctico; pero no, no es así y por lo tanto no valen.
El amor se puede aprender por la calle, observando. Colócate en una esquina y procura que tu presencia no enturbie el paso de transeúntes o su libre determinación a la hora de mostrarse como son, en su más íntima versión. Estáte muy quieto y mira cómo las parejas caminan juntas sin que haga falta hablar. Mira al matrimonio de setenta años que sale todos los días a la misma hora a dar su paseo, quizá elijan siempre las mismas calles y crucen los mismos pasos de cebra desde hace tanto tiempo que ni lo recuerden; fíjate en cómo él la toma a ella por el antebrazo cuando la luz del semáforo se pone en verde: resulta emocionante si eres capaz de sentirlo al mismo tiempo que ellos, la presión dulce que le dice "vamos, camina conmigo como has hecho siempre". Quizá después pase otra persona que te enseñe algo, de no ser así no desesperes, retírate a tu casa o entrégate a tus divagaciones sobre lo que has visto.
Siempre he pensado que la cultura ha perjudicado al amor; reconozco que era una presa fácil y jugosa. El romanticismo comercial es una coartada, una corriente hipócrita que trata de vender un producto y sus derivados bajo la marca amor. El romanticismo ha utilizado todos los tópicos a su alcance para convencernos de la supremacía de los sentimientos amorosos, ¿hay algo más estúpido? Es como si hubiera un movimiento que promulgara la supremacía de la respiración, el respiracionismo, ¿te imaginas? Lo cierto es que el mundo está lleno de malas canciones de amor, de piezas clonadas que no aclaran nada, que no aportan nada, fotocopias de fotocopias que van incorporándose a la educación sentimental de cada generación; hay cojines en forma de corazón que los adolescentes se regalan un día señalado, hay películas estúpidas que ofenden la sensibilidad, actitudes que se repiten sin motivo, sólo por haberse visto en una pantalla o palabras que hemos oído a otros y que pensamos que vienen bien a nuestra ocasión. ¿Eso es todo a lo que aspiramos? ¿para cuando una canción sobre el matrimonio que cruza la acera y la suave presión en el antebrazo? ¿qué diría Flaubert si levantara la cabeza?

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