11/9/09

Buenas sensaciones en mi tendón peroneo al subir con cierta agilidad las escaleras del metro en Alonso Martínez. Sé que muchos transeúntes lo han celebrado en silencio, apretando un poco las manos a mi paso y con oleadas de optimismo recorriendo sus epidermis: se agradecen estas muestras de ánimo, somos una ciudad y estamos para ayudarnos. Por lo demás es viernes y los rumanos de mi patio siguen dale que dale con sus martillos, el contrapeso del ascensor sigue dale que dale con sus idas y venidas y el cielo parece estar ajeno a todos los devaneos que suceden por aquí abajo. Sol y algunas nubes, pocas pero las suficientes para saber que la fiesta se acaba. Cuando iba por la calle me han dado ganas de tocar a la gente, no hablo de sentimientos obscenos, me refiero a pararme y tocar el pelo de una anciana suavemente, deslizar mis dedos por su pelo y aprender su tacto y todo lo que me tuviera que decir. Deberíamos parar un momento al día para tocarnos, que hubiera zonas señalizadas para ello con asientos cómodos y sombra. Uno de los mayores problemas de vivir rodeado de personas es que los cuerpos no se tocan, hasta las miradas hemos aprendido a que no se rocen por miedo a entrar en la intimidad del otro o que éste invada la nuestra. Habría que tocarse. En Grecia había más tacto; en general las civilizaciones más avanzadas son las que más importancia le dan al cuerpo; en la nuestra la tecnología ha apartado al cuerpo, le ha metido en una habitación aislada para que no moleste a nadie. Por eso hoy he tenido ganas de contarle a las personas que me cruzaba que mi tendón peroneo estaba mejor, que las sensaciones eran buenas, sólo eso, una simple información que hubiera hecho la realidad un poco más corpórea. La demagogia surge con el aislamiento, con la desmembración de los asuntos ciudadanos; ahí es cuando aparecen los discursos que tratan de unir artificialmente las almas, que intentan construir un solo cuerpo, un engendro monstruoso que sirva a los intereses de cualquiera.
Creo que me he ido muy lejos, de un músculo salté a la demagogia; pido disculpas por el circunloquio pero todo esto es un síntoma de que estoy mejor. Ahora los rumanos lijan y el aire de mi patio blanco se llena de un polvo que asciende poco a poco con la estúpida idea de confundirse con las nubes de este viernes.

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