Lo importante es despertarse y no dejar que las paredes te opriman o que te recuerden que no hay nadie más que tú, que si dispusieras de un sismógrafo se podría escuchar el sonido de tus órganos, el predecible bombeo cardíaco o el trabajo de tus pulmones al invitar y repeler el aire.
Si puedes escuchar nada más despertar a Sibelius no lo dudes, hazlo. No hay ninguna pieza en concreto que sea aconsejable; bueno, sí, alguna sonatina que imite el movimiento de la mantequilla en la tostada, cómo se posa y después desaparece dentro sin ningún afán.
Cuando despiertes en una casa vacía (y puede que nunca lo hagas o que tengas la suerte de estar rodeado de caras conocidas o animales que interpreten tu humor y las agradables costumbres que le exiges a tus actos o que las caras vayan cambiando con el tiempo y siempre haya nuevas allí cerca de donde tus ojos se abren y comienzan a descubrir la Tierra con una vocación rutinaria) ten presente que cualquier ausencia querrá comerte por dentro pensando que -justamente ese día- puedes ser un preciado alimento para su vanidad.
No hay comentarios :
Publicar un comentario