24/6/09

Cuando te despiertas en una casa vacía tienes que encender enseguida la radio, da igual la emisora que esté sintonizada, se trata de que el sonido se encargue de llenar las habitaciones, que haga con ellas lo que quiera; tampoco importa que lo que se escuche sea un programa religioso o una entrevista preparada para vender un aparato de gimnasia.
Lo importante es despertarse y no dejar que las paredes te opriman o que te recuerden que no hay nadie más que tú, que si dispusieras de un sismógrafo se podría escuchar el sonido de tus órganos, el predecible bombeo cardíaco o el trabajo de tus pulmones al invitar y repeler el aire.
Si puedes escuchar nada más despertar a Sibelius no lo dudes, hazlo. No hay ninguna pieza en concreto que sea aconsejable; bueno, sí, alguna sonatina que imite el movimiento de la mantequilla en la tostada, cómo se posa y después desaparece dentro sin ningún afán.
Cuando despiertes en una casa vacía (y puede que nunca lo hagas o que tengas la suerte de estar rodeado de caras conocidas o animales que interpreten tu humor y las agradables costumbres que le exiges a tus actos o que las caras vayan cambiando con el tiempo y siempre haya nuevas allí cerca de donde tus ojos se abren y comienzan a descubrir la Tierra con una vocación rutinaria) ten presente que cualquier ausencia querrá comerte por dentro pensando que -justamente ese día- puedes ser un preciado alimento para su vanidad.

No hay comentarios :