19/6/09

Alba siempre ríe. Alba cuando mira la tele no me ve, podría pasar a otra dimensión o ser atacado por vampiros, daría igual, ella ve la tele y sorbe por una pajita su nesquick. Mireia da vueltas, nunca se queda quieta. Mireia es un mecanismo. Mireia habla mal y mucho. Le gusta pegarse al ventilador y estar allí, delante, jugando a ser la emperatriz poderosa que es cortejada por las máquinas. ¿Qué piensa delante del ventilador? Alba se toca los pies sentada en la alfombra, se tumba, se da la vuelta, mira al techo. El tiempo pasa mientras las miro a las dos. Mireia acerca no sé qué cosa a la rejilla del ventilador; la miro, me mira, desiste. Se oyen voces de otros niños a través del ventanal del salón. El sol rebota en el cemento y en los dudosos adornos mobiliarios de la urbanización. El toldo está bajado. Mireia se acerca a mí, me mira como si fuese un diamante, un asteroide, una rana de oro que forma parte de su vida desde que abre los ojos por la mañana. Alba canta y se toca el pelo. Tengo dos mujeres en miniatura viviendo en mi casa. Que no crezcan nunca. Mireia intenta decirme algo y me señala con el dedo el pasillo. Voy. Sigo a una niña por el pasillo. Puedo sentir su olor, su reguero que me hipnotiza y dice: "ven, papá, descubramos cosas". La mañana avanza con sus zapatillas gastadas, sin hacer mucho ruido. El reloj es un empleado viejo, conocido y quisquilloso pero le mantenemos atado a la pared. Mireia abre la boca y torpedea palabras que me cuesta entender. Sus ojos buscan respuesta. Los míos buscan esa zona que me mantiene a salvo de las tormentas. Alba viene. Abraza mi espalda y desmenuza las últimas frases de la canción que empezó en el salón. No sé qué vendrá ahora ni después. Vivir es un acto desinteresado y utópico. Fuera de todo esto no entiendo nada, fuera de los amortiguados ruidos de nuestros cuerpos en esta estancia, fuera de las miradas que cruzamos en esta parte del mundo que llamamos "casa". Mireia sostiene un Mickey Mouse pequeño, de plástico y lo zarandea en el aire y dice algo para que complete el juego. En el fuego de la cocina hierve una cazuela con verdura. La realidad nos dice algo, pero las perturbaciones de nuestro interior hacen que sea difícil descifrarlo. No queremos realidad, nos conformamos con esto.

No hay comentarios :