14/2/09

Como introducción a mi libro de poesía "Música ligera", publicado recientemente, hice una breve defensa de los universos interiores. Pensé que podía hacer las veces de poética (qué palabra) o declaración de intenciones a la hora de escribir mis poemas. Qué vanidoso resulta todo lo relacionado con escribir, cómo nos elevamos a la mínima intentando un lugar en la eternidad.
Pero está ahí, queda ahí; lo que escribimos permanece escrito para un hipotético siempre. Mientras escribo esto suena una de mis canciones favoritas de Leonard Cohen: "Famous Blue Raincoat"; quizá hubiera tenido que titular así la introducción del libro, el famoso impermeable azul, una forma más amable de invitar al lector al fabuloso mundo de los universos interiores. Los músicos tienen una ventaja respecto a los poetas: una canción nunca suena igual dos veces, tiene que ver el aire, la humedad, la luz, la época del año o de la vida, la compañía, la hora, que si llueve o no llueve, el hecho de estar de pie o tumbado, comer o no comer, que haya un fuego cercano, una chimenea, los calcetines que llevemos, el color de las paredes, lo que hubiéramos hecho ayer. No sé. Las palabras escritas son más inalterables, son más presas de su propia naturaleza, para bien o para mal.
Bueno, Leonard Cohen ha terminado su famoso impermeable azul y está cantando otra. La vida es esto. No hay tiempo para amarrar mucho más.

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