31/12/08

Somos víctimas del tiempo; pinchados en las alas somos catalogados y expuestos en sus vitrinas, a nuestros pies una etiqueta comunica a los futuros curiosos la época en que vivimos y alguna circunstancia insignificante que acompañara nuestros días. El tiempo nos ata de pies y manos y nos obliga a mirarnos en la superficie de sus aguas; aunque hagamos muecas o nos arrebate la belleza de nuestro rostro no cambiará nada, seguiremos siendo sus rehenes y nada de lo que digamos nos salvará. 
El tiempo se mide por el propio tiempo, nosotros construimos relojes o calendarios y lo partimos en pedazos para que no asuste tanto, pero el tiempo no es una tarta ni tenemos el cuchillo ni sabemos qué hacer luego con nuestra porción. El tiempo simplemente pasa a nuestro lado y nos deja a lo sumo algún olor perdurable o una sombra que se desvanece como el aliento en un espejo.
Oscura reflexión para el último día del año. Pido perdón a los que me leen o de vez en cuando se cuelan aquí y observan cómo vivo y de qué electrodomésticos me rodeo o cuál es mi postura favorita para dormir. Sé que lo hacen con la curiosidad del que se asoma a la casa del vecino y asiste excitado a la intimidad ajena. Sea una u otra la casa, el principio es el mismo y es el mismo tiempo el que rige a todas. El último trozo de año está justo delante de nosotros, quizá un poco ladeado y con la crema un tanto mustia, a pesar de ello creo que me lo tendré que comer y os aconsejo que hagáis lo mismo vosotros. 

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