5/10/08

Camisetas de manga larga en el armario, apiladas, durmiendo el sueño del tiempo, ajenas al paso digital de los segundos en el display electrónico de la vida. Camisetas con los brazos cruzados a la espalda, dobladas como aves de papiroflexia, esperando el semáforo en verde, la caída de las hojas, la primera estocada de viento en el costado, el rumor del frío que habla en voz baja al final del pasillo. Saco una y el resto murmuran. Quieren recuperar su función; sin función no existen o sólo permanecen adheridas a un vacío inconsistente.
Las camisetas de manga corta, a su lado, descansan. Su piel de algodón tiembla recordando el impacto del sol y la vista acrílica de un mar que tuvieron cerca. Quieren cerrar los ojos hasta el año que viene, que nada en la oscuridad del armario les hable del invierno y sus soldados harapientos, de las estepas nevadas en las que ninguna ley les aseguraría la vida.
Yo, juez corrupto, contemplo los dos bandos, examino y elijo. No sé que tipo de día hará hoy. No sé qué camiseta necesito. Las de manga larga corean mi nombre intentando que el halago venza. Las de manga corta se esconden por el agujero del cuello, en un torpe intento de desaparecer.

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